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Mirada al mundo

Paul Krugman/The New York Times
El Universal
Miércoles 20 de agosto de 2003
Finanzas
El camino a la ruina
En California, la desregulación condujo a uno de los desastres políticos más grandes de la historia: las compañías de energía eléctrica aumentaron los precios y crearon un desabasto artificial

Todavía no sabemos qué inició la reacción en cadena del jueves.

Sin embargo, cualquiera que haya sido la causa inicial, la idea generalizada es que un evento local se transformó en un apagón épico, porque la red de transmisión ha sido descuidada. Es decir, la industria de la energía eléctrica no ha gastado el dinero suficiente en sistemas de control y de seguridad que, se supone, evitan ese tipo de situaciones.

Y la causa de esa negligencia es una desregulación basada en la fe.

En el pasado, la energía eléctrica era considerada como un monopolio natural. Era y es poco práctico que haya compañías compitiendo entre ellas para proveer de electricidad a casas y empresas, o para construir líneas de transmisión de larga distancia. Como una competencia efectiva era imposible, a las compañías de energía se les concedió el monopolio local y fueron reguladas a fin de que quedaran protegidas de consumidores abusivos.

Estos monopolios regulados asumieron la responsabilidad del sistema entero, tanto de la transmisión y distribución como de la generación. Luego vino el movimiento desregulatorio, que decía que en el rubro de la generación de energía eléctrica (aunque no en el de transmisión y distribución) podía crearse un mercado competitivo. Como resultado, en gran parte del país las compañías fueron obligadas a vender sus plantas de energía eléctrica.

Pero lo cierto es que una competencia efectiva ha sido algo difícil de lograr incluso en el área de la generación de energía. En California, la desregulación condujo a uno de los desastres políticos más grandes de la historia: las compañías de energía eléctrica aumentaron los precios y crearon un desabasto artificial. Esto hundió al estado en una crisis que sólo terminó después de que gran parte del suministro de electricidad había sido comprometido en contratos de largo plazo y de que se impusieron controles de precios al resto de la energía eléctrica.

Casualmente, parece haber una extraña renuencia a enfrentar lo que sucedió en California. Desde el apagón, he visto informes noticiosos nacionales que atribuyen los problemas de California, en parte a las restricciones ambientales, pero que ignoran el papel que tuvo la manipulación del mercado. ¿Perdón? No hay evidencia de que las restricciones ambientalistas hayan tenido que ver con la crisis; en cambio, hasta la Comisión Federal de Regulación de Energía (FERC), partidaria de la desregulación, ha concluido que la manipulación del mercado tuvo un importante papel.

Como sea, dejando de lado la manipulación del mercado, expertos en materia de energía eléctrica advirtieron desde hace mucho que la desregulación conduciría al descuido de las redes de energía. Bajo el viejo sistema regulatorio, las compañías de energía eléctrica tenían fuertes incentivos para garantizar la integridad de la transmisión de energía; si algo salía mal, podían convertirse en el blanco de las críticas. Pero esos incentivos desaparecieron con la desregulación: debido a que una competencia efectiva en la transmisión no era posible, las compañías que proporcionaban ese servicio tenían que seguir siendo reguladas.

Sin embargo, como la regulación limitaba sus ganancias, tenían pocos incentivos financieros para invertir en el mantenimiento y actualización del sistema. Y debido a la desregulación en otros sectores, la responsabilidad era difusa: nadie tenía un interés importante en mantener la confiabilidad del sistema. El resultado fue un fracaso no sólo para aumentar la capacidad, sino también para mantener y mejorar la capacidad ya existente.

Estos expertos no se oponían necesariamente a la desregulación; lo que querían destacar era que la desregulación podía conducir al desastre, a menos que fuera acompañada por políticas que no sólo mantuvieran la confiabilidad de la red sino que también la expandieran. (Para hacer posible la competencia, un sistema desregulado necesita una capacidad de transmisión considerablemente mayor que uno basado en monopolios regulados).

Pero sus advertencias no fueron tomadas con seriedad; políticos y entusiastas de la desregulación simplemente tenían fe en que, de alguna forma, "el mercado" se encargaría del problema.

Hace cuatro años, Paul Joskow, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, indicó a la FERC que "proceder bajo la premisa de que, en este momento, `el mercado` proporcionará las mejoras que se necesitan en la red de transmisión es caminar hacia la ruina". Y así fue.

¿Hemos aprendido la lección? Los primeros indicios no son prometedores. El presidente Bush dice ahora que "nuestra red debe ser modernizada... y lo he dicho todo el tiempo". Pero hace dos años Tom DeLay bloqueó un modesto plan demócrata que concedería garantías de crédito para mejorar el sistema, calificándolo de "pura demagogia". Además, informes de prensa señalan que a pesar del apagón, la administración cederá a las presiones de los republicanos del Senado y eliminará la única parte de su plan energético que tenía alguna relevancia en el caso: una propuesta sobre una comisión regulatoria para reforzar la supervisión del sistema de transmisión.

Este país necesita invertir miles de millones de dólares en su red eléctrica y, sin embargo, considerando la historia reciente, resulta crucial que esta inversión no se convierta simplemente en otra oportunidad para que la industria de la energía obtenga jugosas ganancias. Por algún motivo, no me siento optimista

 

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